El tiempo pascual es un tiempo idóneo para celebrar en pareja. El día a día nos consume de tal manera que es bueno, celebrar con Cristo como centro de nuestro matrimonio, a ser testigo del Amor de Dios, a ser baluarte de la Verdad que vence todo mal. ¿Cómo hacerlo? ¿Hay que ser santos para conseguirlo? ¿Hay que tener una familia fuera de serie para salir en la portada de algún medio católico, como ejemplo de familia cristiana? No. Rotundamente no. Simplemente hay que abrirse al don recibido y vivir agradecidos desde ahí.
El tiempo de Pascua es un tiempo ideal para recuperar la alegría de estar y vivir juntos una existencia compartida desde el amor. Es mirarnos el uno al otro, reconociendo el bien que cada uno ha traído a la vida del otro. Es dar gracias por habernos conocido y por seguir renovando nuestro compromiso cada día. Es tiempo para reír juntos, para contar historias a la hora de la cena, para decirnos lo que nos gusta el uno del otro.
Son días especialmente propicios para hacer alguna escapada solos. No tiene por qué durar días. A veces basta con una cenita o una buena película en el cine. Los niños se quedan encantados con algún abuelo, tío o niñera. Pero es tiempo para disfrutar de la mutua compañía, para pasarlo bien juntos, de salir del mundanal ruido diario y hacer algo diferente a lo rutinario.
La Pascua es tiempo para darse luz mutuamente, para decirnos cosas agradables. Si no nos las hemos dicho nunca. Si nos las hemos dicho muchas veces… pues como si fuera la primera vez que las escuchamos. ¡Hay tantas cosas buenas de su pareja que nos podemos decir y que normalmente no nos decimos! Ahí están. Forman parte de la rutina, de la normalidad. ¡Pues no! ¡Saquémoslas a la luz! Qué bien te ha quedado este plato, que bien te queda ese algo, me encanta que tararees música por el pasillo, me gusta tu olor cuando sales de la ducha, qué bien tratas a tus padres, sinceramente me gusta verte bien.
Y sin querer alargarme más, sólo recordar que es bueno también rezar juntos en este tiempo de Pascua. Pues un ratito compartido en silencio o de un pequeño compartir íntimo. ¿Cómo andan nuestros sueños? ¿Soy feliz? ¿Estoy inquieto? ¿Hay algo que me haga sufrir? ¿Tenemos que cuidar mejor algún aspecto
común? ¿Qué querrá Dios de nuestras vidas? ¿A quién nos enviará como familia? Rezar juntos, poner la vida en común delante de Dios y seguir ofreciéndola para que Él haga en nuestro matrimonio su perfecta voluntad. Seguir siendo familia con una aspiración de ser felices y hacer felices a nuestra familia, sacando adelante nuestro proyecto de vida. Ahora viene lo bueno, todos tenemos problemas, de salud, de empleo, económicos, de familia y cada uno de ellos se resolverán con la ayuda de Dios,, para ello el matrimonio debe estar sólido, compenetrado que lo que está pasando nos dejará una buena esperanza y una gran reflexión de cómo salir adelante, ya que lo que nos define como personas muchas veces no es lo que hacemos, sino como nos levantamos cuando hemos caído y cuando estamos pasando por alguna dificultad