Aunque se tenga muy buena voluntad y se trabaje por llevarse bien en la relación de pareja con amor y en verdadera unidad, pareciera que el enemigo diablo está siempre listo para descubrir por dónde introducirse y, después de destruir la fortaleza y atentar contra la unidad misma, arruinando por todo lado, el amor matrimonial con los conflictos que inadvertidamente se generan, que crecen y se convierten en problemas intolerables, logrando, en muchos casos, la pérdida de la paz interior, la separación y algunas veces hasta la ruptura.
Frente a algunos problemas en la vida de pareja, es posible que nunca se quiera dialogar; ni aun sobre los sentimientos que desde ellos se tengan. Hay problemas que, aunque estén presentes, se prefiere no abordarlos. Acaso, porque el tema se considera “muy delicado”: O quizás porque el tema es para el otro tan “sagrado” que al tocarlo crearía una inevitable pelea, como sería el caso del apego que uno esté teniendo con sus padres o con otros familiares, que están afectando la relación de pareja. Quizás, también, porque en otra ocasión, cuando abordaron el tema, se pelearon haciéndose muchas heridas.
Puede ser simplemente por el miedo de uno puede perder la buena imagen que piensa tener ante el otro y teme perderla si le manifiesta sus sentimientos negativos frente a ese tema concreto que genera el conflicto. Sin embargo, siempre hay que optar por arreglar cualquier conflicto que haya y haciéndolo en base al diálogo y a la comunicación respetuosa. Ojalá se haga ya desde que el problema comienza a aparecer, sin esperar a que el conflicto se agrave hasta hacerse difícil su arreglo, sea porque la herida en la relación llegó, o porque el problema se hizo muy enredado pues el asunto llegó demasiado lejos. Es lo que suele suceder, para el mal de la relación y de la pareja, por no abordar con lealtad un conflicto desde los comienzos del mismo.
Ante los problemas que surgen, lo que nunca vale es quedarse heridos, ni en la frustración, como tampoco seguir con las inseguridades en la relación de pareja, ni con el conformismo de que ya se sabía que los problemas en la vida matrimonial son inevitables. Al tener un diálogo sobre los sentimientos, ninguno de los dos puede permitirse la actitud de rechazar lo que el otro le manifiesta que siente. Ni la de pensar que su cónyuge es demasiado sensible y que se siente afectado por cualquier cosa sin importancia.
De ese modo, normalmente se herirán tanto que su relación de pareja quedará muy afectada por falta de dialogo razonable. Si a tiempo saben caer en la cuenta de que es el abismo lo que ahora les amenaza, tratarán de calmar las aguas, decidiendo que en adelante los dos van a poner todo lo que esté de su parte para arreglar el asunto ya que el problema en el matrimonio es un problema de ambos y solo ellos lo pueden solucionar.
La manera correcta de abordar el problema es efectivamente, ponerse a dialogar sobre las posibles soluciones en conjunto sin afectarse uno de los dos o la familia misma. Pero con actitud de verdadero amor confiando en una actitud positiva que los aleje del conflicto.
Solamente el diálogo desde los sentimientos, que ambos saben están teniendo, y a la luz de la palabra de Dios, desde la plataforma de la Fe, vamos a encontrar el camino firme para afrontar el problema y llegar a encontrar la solución positiva actuando «en unidad», y para así crecer ambos en su relación de pareja con ese amor que El Señor les ha permitido tener.
PREGUNTAS PARA LA REFLEXION
1.- COMENTEN RAZONABLEMENTE, COMO SE PUEDE MEJORAR
2.- QUE TANTO, ESTOY DISPUESTO A CAMBIAR
3.- VALE LA PENA INTENTARLO
4.- COMO PUEDO AYUDAR YO
5.- COMO AYUDO A MI PAREJA A ENCONTRAR EL BALANCE
6.- CUANDO DEBO EMPEZAR A CAMBIAR.
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